De la Paciencia
Corrían las once de la mañana, cuando la paciencia se detuvo en sus once minutos y me habló:
"Tu tiempo no es el tiempo del otro, ni el de las mariposas ni el del guepardo; ni siquiera el del puntual sol que jamás respirará a tu ritmo. Así que, cuando riñas con la espera, cuando tus pulsaciones te reten y cuando él tenga que pasar para que tú pases, tenme, tú sólo tenme y no me sueltes, que yo te devolveré a cada instante el favor por el valor de la quietud, de la confianza y la prudencia; así mismo, te entregaré completo y explicado el beneficio por persistir con templanza y serenidad sobre la espera. Esto que te digo no es una promesa pues, mientras el tiempo sea en ti y tú seas en él, es decir, mientras vivas, yo seré quien adelgace la espesura de los obstáculos, la intensidad de las demandas y las tinieblas de la urgente necesidad. Tenme pues, y sé paciente también en ello".
I.P.
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