No sabe uno
cuándo el sueño nos tira del cabello
hacia el fondo de las cosas desconocidas
que
igual, con sus temperaturas,
nos pertenecen y nos llaman
no sabe uno
porqué la noche
no deja dormir al hombre sólo,
treparse en su desmemoria
por los detalles y la minucia de sus huellas
para encontrarse distraído
en el desapercibido respiro de
un recuerdo que aún late
no sabe uno
de qué manera, la mujer sola,
puede sumergirse desprevenida y líquida
en un poema erótico de esos
ofrecidos por Carmen Matute y,
como sus caracoles,
enterrarse en la arena a dormir el sueño
de los amantes que sucumben
ante la proximidad del inminente beso
no sabe uno,
qué de todo esto escrito
son sólo preguntas huérfanas,
cuánto es sólo el frío
de una madrugada demencial o cuánto,
el rugido de un fuego intenso que,
en vela,
recorre el cuerpo en dirección al sur.