Una emoción se me salió del pecho como pájaro recién enjaulado,
embravecido,
lleno de miedo
con el arrebato de su aleteo,
levantó la arena que oscureció los
ojos del corazón que amaba;
se hizo heridas y lastimó,
alma y carne lastimó
esa emoción, tan ciega como el egoísmo,
tan incontrolable como el celo,
cayó intensa y de golpe,
desfigurando la intención
con el rostro de una ofensa
la respuesta me regresó quebrada y
con otra emoción,
envuelta en la amargura de una furia dilatada,
desconocida, inesperada
a mi emoción, debilitada ya en
sus articulaciones y sin rostro definible,
le llovió vergüenza en sus mejillas,
alojándose en su mirada y cerrándole su boca,
vacía ésta,
de sonidos y motivos
dentro de mí, la pena lloraba su pena
y en mi pecho lloraba el cielo
por la deshonra al amor de mis amores
estoy triste y lleno está mi tiempo de tristeza;
reconozco la salida aquella
-el aleteo aquel, desesperado-
como la entrada a la pajarera de
la espantosa torpeza
en donde el encuentro y la conciliación
pierden sus alas
pasaron las nubes;
con mi tranquilidad a resguardo,
intento aquietar la mente
con sed y más sed de quietud
el silencio me presta su hombro y
escucho a mi corazón, por fin,
dirigirme en estas palabras
estreno emoción al arribar
al consciente acuerdo de mi desatino
mi pecho trina un ritmo calmo,
la nueva emoción es
pública desnudez,
hueso a la vista,
soberbia sin plumaje,
soleada confianza,
ágape anticipado por
la solicitud de perdón que entrego
a los ojos del corazón que tanto amo,
aunque éstos, limpios ya,
pudieran no querer estar más
para mirarme.
Irma P. 2020