"El férreo heteropatriarcado imperante en los EE.UU. de los años 50, entendía como enfermedad mental cualquier impulso creativo que procediera de una mujer. Los hombres, por su parte, sí tenían libertad creadora y se les consideraba genios, artistas o precursores culturales. Pero cuando las mujeres quisieron expresarse de la misma forma, sufrieron el encierro en manicomios por parte de sus familiares, donde se les sometía a electrochoques y otras prácticas aberrantes."
Desde este otro extremo del tiempo,
escribo del "por fin" que no me pertenece:
de otras mujeres, es
¡yo soy la otra mujer!
la visible,
la no condenable
pero, a la vez soy,
el efecto y la causa,
la memoria que exhala su más largo suspiro
de todas ellas.
IRMA P.
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