En un mundo en donde los adultos olvidan a los niños, no se puede esperar niños que cuando estén adultos, recuerden la gratitud.
I.P.
En algún poema te encontrarás un día, y ese será un lugar para ti, a donde volver siempre.
I.P.
Antes,
"encontrar" era un verbo victorioso,
un logro inmenso de la satisfacción
de buscar, de saber,
de ver y entender,
un triunfo maratónico sobre el tiempo
como ansiosos dedos
recorriendo las páginas
de un directorio telefónico de papel
ahora,
no hay victoria sobre lo que
ya está disponible, superado,
hecho y dado,
sobre lo que no alcanza
a dar una vuelta en el reloj,
como ir a la Patagonia y a Pekín
entre sorbos de una sola taza de café
aterra imaginar lo que será mañana
cuando nada sorprenda y todo aburra,
cuando no quede laberinto
ni acertijo por resolver,
cuando se agote la novedad
y todo quede en "reinicio",
cuando al final de
todas las respuestas,
la última venga a decir
-con victoriosa ironía-
que no obstante todo lo anterior,
"nunca te pude encontrar".
IRMA P.
Las cuatro patas de la mesa: Amor, Politica, Religión, Sexo, (mira que lo pongo en orden alfabético para que no haya lío). Apuesta por la firmeza y resistencia de una de esas patas, si tú y yo, nos paramos encima de esa mesa a bailar nuestras diferencias.
¿Qué pensaste?
Quizá no se deba apostar por ninguna. Ninguna funciona sola, y al final lo que importa es la mesa ¿no?, La mesa, su sentido y su estabilidad.
I.P.
Es muy raro poder juntar un par de ideas y encapsularlas en un pensamiento que luego nos salve de alguna cosa, de los síntomas de alguna patología de tipo existencial, por ejemplo. Con tanta información que nos corre ojo adentro, con la prisa que acosa y con el tiempo que no define, la mente pone a prueba sus circuitos cognitivos, su capacidad de observar, de imaginar, la elasticidad de la memoria, la celeridad de su lucidez. Mientras, el corazón..., ¿qué ve, qué lee? En esas, no hay conciencia de que el ojo es hábil y absorbe todo lo que abarca su campo visual y de golpe y sin discriminar y sin pausa; como una esponja al final del océano, pesada, saturada, sumergida hasta el fondo en aguas blancas y aguas turbias, revolucionando todo su contenido, aumentando su volúmen, cargándose de imágenes mordidas y de abortadas ideas, haciendo que al final no se pueda juntar un par de ideas, juntar alguna cosa, una idea bálsamo, una idea oasis, una idea luz, y salvarnos del aturdimiento y la perturbación que nos impiden ver lo extraordinario y maravilloso de los detalles y el placer insuperable durante la degustación de ciertas cosas; esas cosas, las fundamentales.
Detenerse pues; permitirse la quietud y hallar el placer, y el placer de la quietud. He ahí la cápsula.
I.P.
Alguien llega y, sin imaginarlo,
ocupa aquella maldita soledad
se cree que por fin ésta se va,
da por hecho la diaria salida del sol con su calor
y la entrada a su casa de la luz de la luna sobre
todos los lugares donde podría menguar el estado felíz
o aumentar el miedo
pero un día,
una marea contenida y turbia
sube a los niveles de su cama,
y en la mesa principal se quedan peleando un par de copas
por la única boca que queda
otra vez, el reflejo de un sólo objeto en el espejo,
opaco, inerte, silencioso como la sombra
del tiempo que sigue
en lo eterno de su oscuridad,
un ser sediento continúa bebiendo de la amargura
del amor que no se tiene
mientras tanto, muy adentro de su pecho,
otro "alguien" espera
un guíño de sus ojos,
una palmadita en el orgullo,
un abrazo a sus virtudes,
un "Te quiero" a la "única pieza" que es su humanidad.
IRMA P.
El regalo de la música, de la poesía, del arte...
¡todo está disponible!
qué duda se tiene entonces,
qué excusa para detener la ofrenda
no se cree el triunfo de la sensibilidad perezosa,
de la magnitud de las carencias que se esconden
tras la repetitiva elección sin ninguna originalidad,
en la aburrida marcación de una tendencia
un poco de lo bonito de la vida cada día,
de todo lo fresco, de lo distinto e irrepetible, de esas cosas que,
incuestionablemente, abundan en su alcance y existencia,
y he ahí la novedosa y mágica alegría, el avivamiento,
"el salto del delfín" realizándosenos por dentro.
IRMA P.
"Esperar el momento correcto/perfecto suele ser una de las trampas favoritas del miedo" (leído por ahi).
"Estoy esperando el momento correcto, porque cuando me decida, no habrá punto de retorno para mí; no saldré con nadie más; no amaré a nadie mas; no me importará nada más por el resto de mi vida" (leído en el muro de un amigo).
Luego, pienso yo:
Cómo no va a dar miedo tomar esa decisión basada en tanto radicalismo. Parece que en el fondo se teme tanto a no ser consecuente con los sentimientos, que hace falta condicionarlos para tomar una decisión que, en realidad, debería surgir con plena libertad y confianza a partir de lo que se siente en el aquí y en el ahora. Nada garantiza no equivocarnos, y no hay nada malo en ello si eso sucede; lo que es legítimo no merece espera y no debería avergonzarnos o ser motivo de arrepentimiento. Hay que hacer que las cosas pasen; porque por lo general, quienes pasamos somos nosotros frente a la indiferencia de las cosas. La vida misma.
I.P.
A veces, a la equivocación, uno entra por la puerta más abierta, más aceitada; esa, la atractiva, la coqueta, la de las luces de neón. Y entonces, uno cree que, literalmente, todo lo que brilla es oro. Hasta que un destemplado, inquisidor y violento resplandor venido de algún rincón de la consciencia y del sentir más quebrantado, devela lo insuficiente e inconveniente del criterio adoptado, obligándonos a abandonar el lugar y la palabra que no es posible habitar.
Pero ese es, precisamente, el giro que ajusta la tuerca para que no se nos siga cayendo la mirada, para que desde la garganta se equilibren las certezas del norte y el sur; para aprender a no descalificar y dudar de la madera que, sin ser de oro, también tiene en su superficie un brillo auténtico, profundo y espectacular, el brillo que, desde su sustancia, difícilmente decepciona.
I.P.
Si no queremos bonito al Ser único que somos, terminaremos siendo como esos bajitos de estima que se la pasan mirándose en su propio reflejo de agua para no sentirse solos, para no verse solos, para no saberse solos. Como "los Narcisos", confundidos ególatras -pobres al fín- siempre necesitando en exceso para poder sobrevivir la profunda soledad que les habita, por la absoluta desproporción del amor que carecen.
IRMA P.
Hay muchas formas de contar la historia de la vida de uno, y en ese sentido cada quien elegiría su manera de hacerlo, pero siempre evocando aquello que ha sido constante vibración para su espíritu y ritmo necesario para el ánimo de su pulso. Yo no he de contar la historia de mi vida aquí ni ahora, pero mientras estaba editando el video que a continuación comparto, una avalancha de pensamientos, recuerdos y emociones despertaron mi conciencia para darme cuenta de lo mucho que éste puede hablar de mí. Las películas que he seleccionado, todas románticas, no son sólo drama y tragedia como se suele suponer, también son cintas de imágenes felices, provocadoras de erotismo, enamoramiento e inspiración que reposan a gusto en mi memoria; ellas, su producción, sus mensajes y sus actores.
Por fortuna, a mí me tocó un tiempo en que ir al cine era el plan más delicioso y completo; una aventura emocionante y muchas veces imperdible. Los actores eran nuestros referentes para saber cómo peinarnos, cómo movernos y qué vestir; los personajes eran como espejos íntimos mostrándonos nuestras múltiples caras y reacciones frente a múltiples situaciones de la vida, y los libretos eran como potentes almas creadoras de visiones y emociones que nos acompañaban por días. Ir al cine era la gran oportunidad para experimentar intensamente otras historias, otras vidas y otros mundos; el arte escénico en Pantalla Grande, lo máximo. Ir al cine era..., digo, y ese 'era' suena como que ya no. Ya no vamos al cine como antes. Cada vez es menos frecuente la mención y la invitación, lo que lamentablemente prevee un futuro de extinción para el séptimo arte con todo y su brillo, con todo y sus bellos y sus famosos, con todo y su creatividad, con todo y su impacto cultural, social; con toda su maravillosa experiencia multisensorial y, con todo y sus inolvidables bandas sonoras al fondo de tantas historias de amor que hemos vivido.
Así pues, con infinita nostalgia y porqué no decirlo, con gratitud y reverencia por toda la maravilla audiovisual que se echa de menos, por los talentos que ya se fueron y nos hicieron sentir tantas cosas, por las grandes producciones y por que no desaparezcan, he reunido con cierta solemnidad en este breve video lo que para mí han sido las obras cinematográficas más trascendentes, inolvidables y hermosas en su género que en su momento tocaron grata, dulcemente y con hondura mi corazón.
Todas maravillosas. Todas entrañables. Todas "tan propias".
¡Que viva el Amor! ¡Que viva el cine!
¡Muéranse de amor!
En el 2008 esto escribí y así lo escribí:
Todo lo que se hace "por otros" debería mantenerse en la más absoluta reserva, guardarse en lo profundo de la memoria del corazón (en el frasquito de los recuerdos dulces), allá en donde el presumido ego no pueda encontrarlo y deshaga el regalo. Que esos otros lo sepan, lo reciban y se sirvan es suficiente. ¿No es así?
¿Qué es lo que pasa con el tiempo?
Evolución, inteligente y artificial,
te hemos estado viendo,
te hemos estado viviendo
con tu voz de encanto y espanto
te hemos estado escuchando decir:
"el mundo que conocías, como lo conocías,
ya no existe,
lo deglutí y ya no va más;
aquí tienes lo imposible, posible,
y... también viceversa"
con tu disparado despliegue de información
vas llevando a la saturación los conceptos de
creatividad y crecimiento
y con ello vas condenando a muerte a la alegría del asombro
por aburrimiento, por frustración,
por cansancio y por repetición,
y condenando a vida al desánimo de hacer, de ser, de estar
aparentemente no hay límite para tu propósito,
aparentemente no hay nada qué cuestionarte,
pero eso es tan falso como la originalidad que pretende un texto
sin haberlo paseado antes por las venas,
y tan peligroso como la manipulación disimulada de cualquier organismo vivo
a pesar de tus alcances, apenas alcanzas a definir la palabra Humanidad,
pues no conoces la esencia del estímulo que hace
al músculo de la boca sonreír, y tampoco,
la importancia que tiene un "gracias" para la finalidad
de la continuidad de la vida
evolución,
tu desafío es reconocer con apuro la existencia del bien y el mal,
de ambas inteligencias,
y luego, ser contundente al filtrar todo lo que viene contigo
pues no siempre, no todo, se traduce en progreso
evolución, evoluciona sobre ti misma,
ahora eres tan triste como la palabra artificial,
y tan engañosa que la desconfianza araña tanto los tobillos
del cielo, que ya ni en su azul se puede creer
evolución, vas tan rápido y desbocada
que pareces un fin.
IRMA P.
En un mundo en donde los adultos olvidan a los niños, no se puede esperar niños que cuando estén adultos, recuerden la gratitud. I.P.