Soñé que me despertaba en una pintura hiperrealista pero en blanco y negro. Aterrada por el bicolor, la inmovilidad y el frío, se me escurrieron dos lágrimas que mancharon y desdibujaron el lienzo. El autor se enojó tanto que patió su obra y la dejó tirada en el suelo por varios días. Cuando nos volvimos a ver, me levantó en sus brazos, me limpió, cuidó prolijamente de los detalles, y en horas sin descanso, reparó el daño hasta darme vida.
La última vez que le vi, le miraba yo desde una pared blanca y desolada. Él, ya no me miraba. Me había vendido.
La última vez que le vi, le miraba yo desde una pared blanca y desolada. Él, ya no me miraba. Me había vendido.
IRMA PÉREZ
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