Pilas con la rutina. Podría creerse que hablo de un disciplinado, puntual y habitual comportamiento. El del orden y la justicia, el del ordenamiento del espacio y la consideración del tiempo, el de la obligatoria secuencia para el cumplimiento de la norma y la ejecución precisa de alguna receta o de un concierto. Pero no, no me refiero a eso.
Cuántas cosas de extraordinaria belleza, de singular ingenio o increíble creatividad pasan desapercibidas mientras suceden. Pareciera que la repetición, que es la dinámica de la rutina, va superponiendo negro sobre gris y gris sobre blanco y blanco sobre lo que queda de una transparencia que desaparece tras la monotonía de las mecánicas costumbres y el repaso sobre el calendario de las mismas cosas. Como dicen, todo lo hacemos paisaje.
Lo curioso es notar que precisamente esas cosas que desaparecen sin que lo notemos, suelen ser las mismas que en algún momento, al primer instante de despertarnos, capturaban toda nuestra atención y aliento, y así durante todo el día, durante varios días, hasta que empezaron a hacer parte de las cosas que se van dando por hecho sin ningún resalto en la emoción y con absoluta indiferencia: La luz del amanecer, la sonrisa de un familiar, la altura que han alcanzado la bugambilias del jardín, la silla frente a la ventana; el agua saliendo del grifo, el crepitar del fuego; la compañía de una mascota, el aroma del café, de un estofado, de la piel; la singularidad de las manos, sus movimientos y sus obras; aquél tono de azul, de voz, de un "buenos días"; la característica particular de un gesto, de un rostro conocido.
En fin, rutinas y rutinas, réplicas de un original desgastado y descartado, formas de hacer quizá seducidas por la pereza, quizás atrapadas en el pesimismo, quizá disueltas en la apatía o quizá, simplemente, apagadas en su interior.
Como el invierno en el norte, en donde es tontería la emoción de ver caer estelares copos de nieve sobre la blancura del blanco, sin sospechar que esta es, precisamente, la imagen increíble con la que sueñan los caribeños que nunca han salido del sur.
IRMA P.
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