La jirafa se agacha para pasar por debajo del árbol, no por su altura, pero sí como una respuesta natural, un gesto espontáneo de agradecimiento, porque ni ella ni el árbol conocen de asuntos de medidas ni de protocolos. Esas cosas se las inventó el hombre cuando le puso precio a lo que no era suyo; ellos sólo entienden que lo que es, se explica por sí solo y, que todo se trata de reciprocidad, de una correspondencia natural, rítmica, vital. Pues: Fruto que no se entrega, árbol que no tiene razón de ser.
IRMA PEREZ, La Pillis
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