La realidad es que hay que aceptar que no somos felices; que la felicidad consiste en perder el miedo a no serlo, en dejar de condicionarla y fragmentarla, en no ubicarla en otros y afuera, en acceder a su brevedad recordando que también con ella todo en exceso es malo, en perdonar "la nalgada" y todo lo que vino, como ella, con la intención de despertarnos después de haber nacido.
La realidad es que hay que aceptar que no somos felices, porque no creemos que la vida sea el yogur, y sí la bacteria.
Irma PÉREZ
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