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domingo, 26 de enero de 2025

 "Son innegables sus características majestuosas y monumentales", se me ocurre pensar... Y entonces, va llegando la inspiración mientras voy reconociendo los detalles que hacen auténtico y entrañable el contenido y el recuerdo del instante de esta foto.  

Así pues, pienso en él, en el amor. El amor que requiere lugar y espacio en cada tiempo; que cada vez que se manifiesta en algo tangible (que lo hace y en miles de formas), requiere de un asiento gigantesco, infinito si acaso, para caber del todo; una silla estable y sólida, tramada en su interior con las venas obstinadas y orgullosas del roble, y diseñada con espléndida métrica suficiente para ajustar la inconmensurable extensión de su esencia sin bordes; una silla acogedora y cómoda en donde sentar indefinida pero confiadamente a la incertidumbre, a la espera, a la rutina y al cansancio; que recoja en sus brazos la oceánica lágrima en compañia. Una silla que aguante lo temperamental de las emociones, el efusivo asalto de las alegrías y el avasallamiento del impacto de las tristezas; que cuando se mueva la tierra -porque se moverá- resista de pie e ilesa, gracias al robusto aguante de sus cuatro patas sin miedo, paradas ellas sobre la flexibilidad de la danza de su elegido suelo; y luego que, de cara a la vida y al retorno de la calma -porque volverá la calma y porque la vida va de giro en giro-, pueda el amor levantarse de allí, una y otra vez y otra, pronunciándose manifiesto, probado, fortalecido y verdadero en la continua y elevada floración de todas sus maestrías. 

Sí, el gran maestro es el amor, magno sobre extraordinarios; sus recompensas lo avalan. 

Y sí, el amor, majestuoso y monumental, no cabe en una silla cualquiera. 


IRMA



viernes, 24 de enero de 2025

O EN DÍAS COMO ESTE

 Noches como esta en que la lectura quema los ojos. Arden los espacios que rabiosos avivan el fuego de las diferencias y levantan odios y distanciamientos al calor de los ánimos. Al final, la casa de todos se incendia y, profundamente dividida como está, parece que nadie escapa del incontrolable desfogue de ese nefasto apasionamiento, tan inútil para cualquier propósito o causa.

Noches como esta en que no se sabe qué agua alcanzará a sofocar la combustión alzada de una multitud enardecida que riñe con otra por la invalidez de sus convicciones y el menosprecio a sus elecciones. 

La casa de todos arde y, esta noche, hasta el cuerpo de bomberos le pertenece al fuego. 

I.P.

En algún poema te encontrarás un día, y ese será un lugar para tí, a donde volver siempre.

DESEO

Cuando recojo mi pelo  puede que esté ausente o esté presente  a veces, lo recoge la rutina sin avisarme, el calor sin paciencia o el placer...