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martes, 17 de agosto de 2021

 Existe un lugar hidratado de armonía

y perfumado de exquisitas rarezas
allí se sueña dentro de un espiral
redondeado por el cálido aliento de un poema
que está a punto de nacerme en el pecho
a ese lugar no puedo invitar a nadie y, sin embargo,
"él" y tantos están presentes
desde lo escandaloso de sus voces ausentes
es un lugar con mi nombre, sin ser mío ni para mí,
un lugar como un paseo campestre y agreste
en donde las cáscaras doradas y los pétalos plateados
compiten con la longevidad de las huellas de mis pies
que son indicios de la fuerza que le he conferido
a la prosa de mis pasos
estoy en ese lugar casi siempre,
como lo está el árbol al que sus raíces jamás
han temido soledad o melancolía
y como él, me revisto de hojas nuevas
y me leo y resueno en el reflejo de algún rio alborotado
cada vez que su superficie declama para mí
este es el lugar que afloró en poema,
que acuna romances, cantos pletóricos e increíbles odas,
pero yo quiero estar
en otra parte..., allá,
a un giro,
a una estrella,
a una letra,
a un aliento de mi amor.

IRMA P.

ÉXODO

 

Les veo irse,
dicen que es cosa de idiotas,
que se aburren,
que están hartos
cada vez están mas lejos,
cada vez son más
eligen otra cosa,
otra es su hambre,
otro su motivo
quieren marcharse,
ver sus ídolos,
emular sus corazones de piedra
emigran dispersos,
juntos,
solos
levanto la vista,
veo siluetas
-nunca más sus ojos-,
observo el plomizo de su cielo,
les veo a través de gotas
alzo mi mano,
les despido,
nadie se despide de mí
yo sólo desaparezco
irrelevante,
obsoleta,
efímera,
con y como el amor.

IRMA P.



 La tibieza de un amanecer a media noche, en una simultánea exhalación de dos extremos.

I.P.


 No te pierdas. No hace falta brújula. El sentido de la vida está a la izquierda, en el centro de esa placita en donde se reunen las pulsaciones. Por lo demás, lo de siempre: al fondo, a la derecha, está el baño.

I.P.


 

 A veces, a la equivocación, uno entra por la puerta más abierta, más aceitada; esa, la atractiva, la coqueta, la de las luces de neón. Y entonces, uno cree que, literalmente, todo lo que brilla es oro. Hasta que un destemplado, inquisidor y violento resplandor, venido de algún rincón de la consciencia y del sentir más quebrantado, devela lo insuficiente e inconveniente del criterio adoptado, obligándonos a abandonar el lugar y la palabra que no es posible habitar.

Pero ese es, precisamente, el giro que ajusta la tuerca para que no se nos siga cayendo la mirada, para que desde la garganta se equilibren las certezas del norte y el sur; para aprender a no descalificar y dudar de la madera que, sin ser de oro, también tiene en su superficie un brillo auténtico, profundo y espectacular. El brillo que, desde su sustancia, difícilmente decepciona.
I.P.

En algún poema te encontrarás un día, y ese será un lugar para tí, a donde volver siempre.

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