Hay una ventanita por la que miro al mundo,
ese espectro inabarcable en donde pongo los sentidos
para explicarme el canto del gallo cada día
esta ventanita es
el ojo de cristal por el que veo y me dejo ver
afuera hay un pedazo del rostro del mundo que no sonríe
porque le falta un pulmón y le sobran amputaciones
pero también,
hay vastos lotes de amarillo-dicha en unos cuantos
enormes girasoles
que son como esplendorosos soles míos
inextinguibles y permanentes
adentro, estoy yo,
buscando sonreír cada minuto siguiente
con mi luz prendida, permanente e inextinguible
dicen que los girasoles
van girando su rutina de cara al sol,
y yo, yo no giro en el encierro,
yo tengo plumas,
y soy friolenta,
y por eso la vista,
y por eso la ventana
sé que a veces no logro ser del sol
ni uno sólo de sus tonos rubios, no obstante,
siempre hay un girasol o tres que, sabiendo esto,
encuentro siempre, invariablemente, de cara a mí.
A veces es tan difícil estar de cara al sol... Y tú, querida poeta, estás siempre plantando cara, no sólo al sol, sino a la tormenta, al rayo, a la vida. Te abrazo de corazón, querido Girasol
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