Que toda cosa buena o mala que nos sucede en la vida
siempre deja una enseñanza, eso dicen;
que aquí estamos para superar pruebas,
que si no comprendes la lección no aprendes y,
que si no aprendes, regresas y repites; también dicen
¡ay, vida! no juegues conmigo, te lo pido;
siempre bajo tus reglas prendí y apagué mis velas;
debo decir, que a tu tiempo, muchas veces,
amigable y generosa me retribuíste con tus ofrendas
pero tantas otras,
no te alcanzó el racimo para mi uva
esta vez, acuclíllate indulgente para que lo veas:
mi suplica respira de rodillas por el amor
que ha colmado de dulzura la boca de mi tiempo
llenándolo entero de lágrimas gustosas y felices,
y esta vez -fausta vez de veces-
sólo quiero que se caigan al piso todos tus acertijos,
que dejes el tartamudeo de la certidumbre
y el feroz goteo de la espera
completa la bienaventuranza de este encuentro,
ajústale con soltura el nudito al lazo,
termina de bordar las iniciales,
deja bien atado el ramillete de coincidencias y
llama "bien" al bien que nos conoce y nos conduce
mira, vida, maestra inequívoca, sigo tu lúdica,
pero la cosa es más corta, más sencilla y es esta:
¡quiero besarlo! también su boca y quedarme en ello;
que un día -muy lejos de este- hacia el final de tu estadía,
él siga besándome sin pausa, sin hastío, pesar ni despedida
y luego, que sepas que en esta historia
todo ha llegado a ser justo, hermoso y suficiente:
el juego de las elecciones, de las lecciones,
de las pruebas y lo reprobado; incluso tú,
tú especialmente, vida.
IRMA P.
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"Toda crítica verdadera es un acto de amor".