Lo que yo creo es que el artista debe tener un mínimo de acercamiento a las emociones. No siempre lo que se interpreta, necesariamente, se ha experimentado en carne propia, pero de alguna u otra manera la sensibilidad que les caracteriza les ha permitido -para bien o para mal- detenerse, observar, adentrarse en el otro, en el espacio que ocupa y hasta en el sentimiento que oculta, hasta capturar las emociones, asimilar la conmoción, la revelación, el estruendo, el estallido, incorporándolas a su lenguaje, apropiándose de sus matices aunque éstos no sean siempre agradables. Sin embargo, en general, pienso que es primordial y necesario el contacto directo o indirecto con la experiencia -esa maestra- con las emociones propias y ajenas, porque creo que no se es posible transmitir con fidelidad y credibilidad un sentimiento, cuando éste nunca nos ha atravesado la piel con toda su fuerza y con todo el sentido de su mensaje calado en la sangre, y en el hueso.
Irma Pérez
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