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jueves, 3 de marzo de 2016

Ella me lo decía,
ponía lapices en mi mano,
me llevaba a comprar papel,
hacíamos canciones en cuadernos y servilletas,
cualquiera estaba bien para una frase,
para un poema, para el amor.
Pero ella le temía a todo lo que sentía,
entonces se enamoraba mucho
porque eso era bonito,
pero, ella era pequeña y el mundo
era el pié del gigante.
Muchas veces la ignoré,
le puse overol y casco por si las piedras
y la saqué a subirse al pié de ese gigante
a pesar del vértigo.
No pasó nada,
entre la belleza y la fealdad pasó de todo,
pasó la vida.
Pero ella fue insistente y jamás dejó de decirme cosas,
con el tiempo
acumulamos en cajas y cajones la evidencia.
Ella me lo decía,
me lo mostraba cada día,
que la felicidad dependía de ése lápiz en la mano,
de enamorarse y sentir,
de arriesgar, de elegir, caer,
de aprender, de morir, de vivir,
y usarlo!
Ella y yo
ahora sabemos de gigantes que no pisan,
y hasta nos damos la mano con ellos,
pero, hay gigantes que pisan con toda su sombra.
Se trata de estar atento,
abrirle espacio a la luz
y en medio de las emociones y la realidad,
descubrir la propia altura.
IRMA PEREZ, La Pillis

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