En la respuesta al "Para qué" de todas las cosas, reside la razón de ser del corazón que nos mantiene vivos. Cualquier otra pregunta nos mantiene al margen de saber cosas como: cuál es el nervio que más nos entusiasma la sangre, la medida de nuestros intangibles, y el alcance, incluso, de aquellos bordes propios que tocaron aquellas cosas que no pudimos ver. Por eso, cada vez que completamos ese adverbio, "para", somos un poco menos ignorantes de nosotros mismos; es decir, somos un poco más felices.
I.P.
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