Decaen los ánimos como desciende
la temperatura en este invierno global;
una llamita titila del otro lado del pesimismo
y un par de cafés son pretexto para encender el entusiasmo
a un lado, todo tirita histéricamente por fuera de la estufa,
es decir, lejos del calor de las brasas y los brazos;
al otro, todo está envuelto en hilos de eufórica ternura, es decir,
con la misma artesanía de fuego con que se pule
el verso libre y dorado de un poema
de repente, aparece tu rostro como nuevísimo sol
por el centro de la expectativa de mi espera,
me miran tus ojos y me doy cuenta
del inminente giro de esta historia
se deslíe la sombra del gélido clamor
sobre la cálida piel que define dos siluetas
y sube, a pleno hervor, el cautivador aroma del otro vapor
se inicia una hoguera en el ritual de tu abrazo
cediendo, con esa tibieza, toda mi rigidez
el frío entonces, se hace leyenda y,
el desánimo, bostezo de una alucinación
al final, siento todo el verano en mis pies y
con trémula caligrafía y excitado acento,
termino escribiendo la palabra "reverberar"
sin saber qué significa.
Irma P.
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