Cuando un país sigue andando por encima de sus errores, y encima los olvida, se condena a repetirlos y a vivir la vergüenza y la frustración del retroceso del necio e incapaz.
DE LA HISTORIA DE UN PAIS
en la mano del último optimista,
un borrador de nata
se dispone a hacer lo suyo:
borrar el error
sonrojado, mira el papel,
pasa por encima del grafito,
lo muele
deshaciéndose con las evidencias
poco brillo encuentra en el trazo
pero, es por mucho, ¡mucho!
que lo ve salvable;
sabe que el resto
son perforaciones con fondo,
baches enormes en donde
la sal, no marina, en abundancia
humedeció el papel y rompió
el recuerdo hasta el olvido,
hasta la ilusión imposible de creer
que la historia de un país
no tiene memoria que la cuente
pero todo está escrito,
y la geografía del papel está colmada
de interrogantes, exclamaciones
y puntos suspensivos
el último optimista lo piensa,
suelta el borrador,
pasa la hoja,
acude a lo indeleble:
¡sangre en sus plumas!
con ellas, la continuidad escribe
lo que no es un boceto de la vida.
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