La verdad es que todos hemos querido alguna vez estar sentados en un trono, - llámese, el de un pensamiento, el de un corazón ajeno, el de una multitud, el de la verdad, el del tiempo o el del poder- mirar desde arriba, pedir sin gesto, ser escuchado nuestro ruido y de inmediato, ser llenada nuestra copa, lavada por otro. Pocos se salvan de ese demandante ego que, fisurado, siempre pierde el agua que recibe y nada satisface su sed de cuna. La verdad es que no hay verdad que pueda reparar lo insaciable, puesto que, quien se considera por encima del nivel del mar y de todas las cabezas, está condenado a vivir la soledad de su trono en su propio castillo de arena y a ser dueño absoluto de su infeliz corona. A menos que..., un día, tenga la suerte de que un pájaro baje y, de frente, le otorgue la gracia de llenarlo con una sola mirada de sus ojos.
I.P.
En algún poema te encontrarás un día, y ese será un lugar para ti, a donde volver siempre.
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martes, 5 de febrero de 2019
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