La soledad no sabe jugar.
La invito a menudo porque
me divierto con ella.
Me deja; pero no sabe jugar.
Es tramposa:
era mi turno y no pude moverme.
En el juego, no se vale agarrar.
En algún poema te encontrarás un día, y ese será un lugar para ti, a donde volver siempre.
Si no queremos bonito al Ser único que somos, terminaremos siendo como esos bajitos de estima que se la pasan mirándose en su propio refle...
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"Toda crítica verdadera es un acto de amor".