Por mi amigo he ido a la batalla
sin que me lo pidiera;
le encontré en el suelo
en la otra orilla,
sin fuerzas, sin armas y sin voz,
en el pozo insufrible
de su propia sangre y lagrimas;
desde allí, desde ese abismo
me miraba quedo en agonía
con la súplica tímida, última quizá,
de quien solo le teme al abandono.
sin que me lo pidiera;
le encontré en el suelo
en la otra orilla,
sin fuerzas, sin armas y sin voz,
en el pozo insufrible
de su propia sangre y lagrimas;
desde allí, desde ese abismo
me miraba quedo en agonía
con la súplica tímida, última quizá,
de quien solo le teme al abandono.
Nunca me dijo que me quedara
pero yo, yo aún no sè
qué pensaba dentro de mis botas,
cuando pequeña, delgada y dispuesta
le cargué en mis brazos
queriendo ponerle a salvo a toda costa.
Al final vine a saber
que no hay guerra pequeña
ni paz a medias,
que la amistad no es si se permite tibia,
que en el mundo estamos
y que a veces somos solo dos,
que el otro es vulnerable, como yo
imperfecto, como yo
escudo y resguardo, como yo,
pecho blindado
entre la punta de una flecha envenenada
y el corazón.
pero yo, yo aún no sè
qué pensaba dentro de mis botas,
cuando pequeña, delgada y dispuesta
le cargué en mis brazos
queriendo ponerle a salvo a toda costa.
Al final vine a saber
que no hay guerra pequeña
ni paz a medias,
que la amistad no es si se permite tibia,
que en el mundo estamos
y que a veces somos solo dos,
que el otro es vulnerable, como yo
imperfecto, como yo
escudo y resguardo, como yo,
pecho blindado
entre la punta de una flecha envenenada
y el corazón.
IRMA PEREZ, La Pillis - 2105
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