El tiempo no conoce la paciencia, aburrido en su rutina, parece eludir el tedio de no ser más que eso y de no tener boca qué besar
el tiempo es un envidioso asolador de la luz y de los ánimos
nadie se escapa de perder el aliento o de claudicar en la insuficiente pausa, pues él, desde de su primera y única lanzada, sólo sabe correr.
Irma Pérez
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