El artista ha venido a este mundo a "vérselas" con el sistema terrenal. Sin saberlo, hace segregar acidez sobre la empalagosa mentira; provoca mareo, náusea, cojera, tortícolis, cualquier inestabilidad al ego inflamado, al vicioso, al aludido. El artista no habla mucho porque no sabe bien qué decir, cómo decir, ni cuándo. Se queda en la pregunta esa de..., "cómo es posible decir todo eso que, como la sopa, no puede tomarse con un tenedor..."
A merced, entonces, de las infinitas interpretaciones, esas jueces dictadoras de su sentencia, de su importancia y tantas veces de su valor en moneda -como si lo tuviera- sobrevive marginado, atrincherado en la selva de su soledad desde donde observa y siente y siente y observa, usando todos sus recursos naturales: la piel, el aire, la cordura y, con su vulnerabilidad sin blindaje, leso, sobrevive el tiempo de su mensaje; ni un día más.
A merced, entonces, de las infinitas interpretaciones, esas jueces dictadoras de su sentencia, de su importancia y tantas veces de su valor en moneda -como si lo tuviera- sobrevive marginado, atrincherado en la selva de su soledad desde donde observa y siente y siente y observa, usando todos sus recursos naturales: la piel, el aire, la cordura y, con su vulnerabilidad sin blindaje, leso, sobrevive el tiempo de su mensaje; ni un día más.
IRMA PÉREZ
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