Hubo una vez un tiempo en que la gente se enamoraba espontánea, profunda, apasionada y seriamente. Ese intercambio equitativo y fluido de semejante emoción y experiencia era la máxima felicidad y una de las ilusiones más hermosas por vivir. Pero la gente era traicionera, embustera, resentida, visceral, ingrata y muy egoísta; así que con el tiempo, esas influencias hicieron tanto daño en los corazones, que no hubo confianza posible de recuperar para poder volver a vivir aquello. Desde entonces, enjuiciado el amor, fue condenado a pagar todos los platos rotos. Dicen que pocos lo defienden aún, que la gran mayoría lo acusa de que todo es culpa de él y, algunos le temen tanto, que hasta lo eliminaron de todos sus contextos de vida... ¡Así viven!, dicen.
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"Toda crítica verdadera es un acto de amor".