El miedo a equivocarnos corrompe la posibilidad de hacer, de experimentar, de conocer, de estar, de ser, ¡de todo! Podríamos decir, que otorgarle poder y dominio a ese miedo es ya, en sí, la equivocación en pleno. Es como estar sometidos a un temblor en las convicciones y en el criterio propio, en la confianza y el amor hacia uno mismo. Cómo saber nuestro alcance o desplegar el potencial del beneficio que está en nuestras manos, si cada momento desperdiciado es la oportunidad que tuvimos para verlo realizado. Igual, si nos equivocamos, estaremos liberando el tenso nudo de aquello que es anquilosamiento y resistencia bruta para la continuidad de los sueños que precisan un franco derrotero y confiables coordenadas en cielo abierto. Al final, y después de todo, siempre hay un verbo disponible y posible: Rectificar.
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"Toda crítica verdadera es un acto de amor".