En estos tiempos, el terrorismo mediático es el arma más eficiente de la violencia. Responsables somos todos del caos que hemos levantado con la ligereza y sedicia del uso de palabras e imágenes. Ahora el colectivo -esponja receptora de viscerales y encontradas posiciones- se debate en medio del ruido de las ideas en sus cabezas y el miedo que empuja con fuerza las puertas de las casas. Mientras, la violencia sonrie y se va ajustando su corona.
No puede ser que sigamos sin cuestionarnos lo que estamos repetitivamente haciendo mal y esperar que las causas se honren y salgan bien. No puede ser. Qué más nos hará falta ver y vivir para entenderlo.
I.P.
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