En estos tiempos en que, sin duda y sin reversa, hemos sido capturados-agrupados por las redes sociales, y que además la inteligencia más atractiva, seductora y valiosa resulta ser la artificial que ya va posicionándose disimuladamente en el centro de nuestro centro, bien viene aferrarnos -con osadía, con rebeldía- al pensamiento que cuestiona un sistema que en tantos casos se tuerce y con ello anula la individualidad de pensamiento, que invalida la singularidad y manipula la emocionalidad, que destruye la creatividad y el don, que promueve la idiotez y la miserableza, y que hace que el individuo se pierda en la colectividad renunciando a su incomparable originalidad y naturaleza con total conformismo.
Por ejemplo:
“Todas las experiencias que he vivido me han enseñado que hay que valorar al individuo, a la persona que desarrolla y preserva su propia manera de pensar, que planta cara a la mentalidad de grupo, a las presiones grupales. O que se aviene hasta donde juzga necesario a tales presiones, pero en su fuero interno conserva un pensamiento y un desarrollo individuales [...] Mantener una opinión individual disidente, siendo miembro del grupo, es la cosa más difícil del mundo.”
Doris LESSING
Mentalidades de grupo
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